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la idolatria, para quitar del orgulloso Capitolio al Jupiter que ya no tenia rayos, ni voz, y poner en su lugar al Hijo de Maria que lo habia confundido: alli Pablo, que con su sa- ber habia Nenado de asombro al Aredépago de Atenas, y al Palatino de Roma: alli Andrés, que andaba entre los griegos reduciendo 4 la nada‘sus divinidades fingidas, para que en- trase en su lugar el unico Dios verdadero, el Hijo de Maria: alli Felipe, que llegaba de la Frigia: Bartolomé, que habia convertido la Armenia: Mateo, que se internara en la Etio- pia: Simon, que habia purificado de las inmundicias idéla- tras el Egipto: y Tadeo, que en el pais del padre de los cre- yentes plantara la fe de Jesucristo. Todos vienen en las alas del Espiritu divino y se dirigen al monte Sion, donde la santa Madre habia recibido con ellos las gracias del cielo, ‘¥ donde se encuentra reposando, esperando el momento feliz en que su alma suba 4 la Jerusalén celestial', te Antes que llegasen estos pregoneros del Evangelio de su Hijo, la Santisima Virgen fué a visitar todos los lugares san- tificados con la sangre de aguel: muy en especial visité el huerto de Getsemani, donde la tierra habia sido regada con su sangre cuando oraba 4 su Padre, y alli derramé la Ma- dre afectuosisima abundantes lagrimas de gozo celestial, dando gracias asu mio Ps porque le habia avisado su pri bee . No podemos menos de transeribir aqu{ las palabras, con que un Santo Padre de 1a Iglesia griega describe este portento; dice asf: «Los apéstoles, viniendo de plagas distintas del mundo se juntan todos, 6 para hablar con mas propiedad, vienen por el aire, no sé de dénde,y caen com@lluvia en la tierra. ;0 la nueva lluvia! ;O caminantes que yuelan!. 10 viandantes etéreos! Ahora podemos decir con Isafas y preguntar con gra- Cia ¢Quiénes son estos, que vuelan como nubes? (Isai. cap. 60, v: 8.) Qué es lo que motiva tn evento tan nuevo y admirable? De dénde nos viené que bajen ahora hombres de las nubes? ;Cémo nos despide el cielo tal ejército de hombres terrestres? No es ya un Eljas, que sube de aqui, arrebatado por los aires arriba(Reg. 4.°, cap. 2, v, 11), ni un Habacuc llevado por las nubes (Dan. cap. 14, v. 35): ni un Pablo llevado hasta el tercer cielo; sino que es el mismo Pablo, quien, asf como los demas, se nos viene del cielo; y spor qué? Porque era necesario un gran numero de ministros, pa- ta asistir 4 este misterio nobilfsimo.» (Diy. Joann. Euchaitens., Serm, in Deipar. Dormition., n.° XIX.) ‘—

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