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218 » LIBRO VIGESIMONONO. “ iv, - Los tltimos momentos. on Ae Bie: Era tan celestial la idea que en los primeros tiempos del cristianismo se tenia sobre la Madre del Redentor, que aun hubo algunos santos doctores, que creyeron que no habia pa- _ sedo por la ley general que obliga 4 todos los hijos de Adan, 4 pagar tributo 4 la naturaleza, separandose el alma del — cuerpo por medio de la muerte: y lo pensaban asi, porque _ suponian que la que nunca habia tenido alguna culpa, no tenia para que sufrir la pena que es la herencia del pecador solamente. «Investiguense, d cia San Epifanio ', las huellas »de las Eserituras, y no hallard nadie, si Maria ha muerto 6 »no ha muerto, si fué sepultada 6 no lo fué. Yo entre tanto »no descuido la materia, y ni diré que dejé de morir, ni afir- »maré que murid.» Y en efecto, asi como las Escrituras sa- gradas nada nos dicen del nacimiento de la Madre de Dios: asi tambien guardan un silencio profundo sobre su transito feliz. Todo esto. nos descubre paladinamente la grandeza de Maria, no habiendo querido Dios que. ninguna mano mortal describiese la entrada en este mundo y la salidade él, deaque- lla que empezé 4 existir entre los portentos de Ja naturaleza y de la gracia, y transmigré de la tierra al cielo, inclinando su hermosa frente ante la muerte; no como victima de sus negras aras, sino como compafiera de su Hijo Dios. Este # Heres. 78, . *

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