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dié 4 Pedro luz para que gobernara la Igilesia, que. su Maes- tro le encomendara: yadly di sus compafieros en el apos- tolado, fortaleza para resistir 4 los perseguidores, no temien-. , do sus iras: didles tambien fuerza para surcar los maresy atravesar los desiertos, heroismo pata derramar su sangre por la fe, y sabiduria para ensefiar 4 los fieles. Pero todos és- tos dones jot medida, y solo servian para cada uno deellos: pues asi convenfa 4 los hijos adoptivos y a los siervos fieles, que debian negociar, con los dos 6 los cinco talentos que re- * cibiesen, hasta el dia, que viniese ¢el Sefior 4 Ilamarios a la re- “compensa de ;sus sudores. Pero no era Jo mismo dar dones4 los hijos de adopcion, que 4 la que los habia: engendrado: y habia ~ gran diferencia entre la Reina y los siervos. Para aquellos E habia medida y término, para esta no: aquellos recibian lo ae suyo, la Madre, la Reina, la esposa recibia lo suyo y lo de todos, para que hasta la consumacion de los tiempos diese ella 4 los sucesores de los Apdstoles el acierto en apacentar " Ta grey, que se les encomendase: 4 los sucesores de Pedro la “fortaleza “y la virtud para gobernar la Iglesia universal y Be ‘contra todos los enemigos de la fe hasta el fin del ““nuindo: 4 los Martires, intrepidez para dar su vida por Cris- ane ara explicar su doctrina: 4 los’ con- ona roismo is daa cits al e ‘mitndo: a las irgenes, constanéia para conservarse sin mancilla¢ _medio de los halagos de la carne, y 4 cuantos se habian d e salvar, gracia para perseverar hasta el fin. ; eqgme coluita? 5 iQuién podr&en vista de esto imaginarse la inmensidad : de gracias, que el Espiritu’ Santo hizo 4 su ‘Esposa en el mo- mento de confirmar con su presencia la obra de |la redencion, que «esta habia inaugurado consintiendo en que este misio Espiritu divino feoundase con su omnipotencia su seno vir- “ginal? Son estos los abismos insondables de la grandeza de la maternidad divina, que es mejor adorar con humildad, a que investigar demasiado, porque nunca llegaremos al fon- ' do. Bastenos saber, que Maria era la Maestra de la Iglesia, la luz de los Apdstoles, el consuelo de los fieles, y la colum- na de la fe: y que de ella aprendian los, Evangelistas cuanto pasé en la infancia de Jesus y en su pasion sagrada. Baste- et $
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