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tro les*enviase el Espiritu Santo, como se lo habia prome- - tido, se volvieron 4 Jerusalén: y como desde que Jesus ins- tituy6é la Eucaristia, fué santificada.la casa donde tuvo lu- gar esta institucion, fueron los Apéstoles al cenaculo sagra- do, & disponerse con la oracion 4 recibir el Espiritu Santo: alli fué tambien la Virgen 4 rogar 4 su Esposo divino que viniese cuanto antes 4 fortalecer los corazones de los fieles, - y confundir con su presencia & los enemigos. Muy de otro modo vid entonces la pequefia grey la au- -sencia de su Maestro, que cuando se la habia anunciado hacia cuarenta y tres dias'. Porque entonces se apoderé de sus 4nimos no poca congoja *: pero entonces no conocian todavia con perfeccion los bienes iinmensos, que les habian - de resultar de la vuelta de Jesus i su Padre, ni compren- dian las cosas que Jesus les decia sobre su resurreccion. Mas ahora no era lo mismo, pues el divino Maestro en el dia mismo de su resurreccion les quité el velo que tenian en su entendimiento, para que entendiesen el sentido de las Escri- _ _ turas *, y les dijo con toda claridad, que habia sido necesa- rio que él padeciese y resucitase al tercer dia, para que se cumpliesen las profecias, afladiéndoles que ellos permane- ciesen en Jerusalén hasta que fuesen vestidos de la virtud de lo alto. Seguros ya por tanto de que las palabras de su Maes- tro se habian de cumplir hasta su anne apice, se volvieron contentos y alegres al cenaculo. Otro motivo de consuelo no itis poderoso_ é influyente en sus corazones tenian en la presencia de Maria: porque, con el conocimiento mas extenso, que habian adquirido de las grandezas de su Maestro, en los cuarenta dias que pa- saron hablando continuamente con él despues de resucitado, - llegaron tambien 4 formar un concepto exacto de lo que era su Madre. Reconocian por lo tanto en ella el santuario de la divinidad, el templo animado de Dios,.y el objeto mas pre- cioso que habia despues de Dios, y el mas caro y querido 4 : Joann. cap. ‘To, v. 5. 2 Joann. cap. 16, v. 6. 5 Lue. cap. 24, v. 45.