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- 200 ‘ habiendo retemblado todas ioe esferas con la rotacion de ‘sus quiciales. —_ jAh! ,Qué entendimiento aia imaginarse en este mun- do lo que el Hijo de Dios mostré 4 su Madre el dia en que subid 4 sentarse en aquel trono, de donde bajé 4 su seno, para recibir de ella aquella vida y naturaleza huma- _ na, en Jas cuales habia dado tanto honor 4 su Padre, y ganado tanta gloria para si? Cuando se cumplia la profecia de su padre David, y el Padre Eterno, decia al Hijo de : Maria, oyéndolo todos los angeles y santos, que se sentase — + & su diestra, hasta que pusiese 4 todos sus enemigos por peana de sus piés': y que le pidiese cuanto quisiese como Hijo suyo engendrado por él eternamente, pues eran las ‘gentes su herencia y su posesion los términos de la tierra ?: cuando aquella santisima mano empufaba el cetro con que iba 4 regir, los pueblos y reyes, y tomaba la espada en que los habia de juzgar. |Qué! ;Habian de ser testigos de estas _ glorias de Jesus los Angeles y los hombres ya glorificados y no lo habia de ser la Madre? Pablo, que era el vaso de eleccion, fuera arrebatado al tercer cielo, estando todavia revestido del cuerpo. pesado, y alli Dios le concedié la gra- cia de que viese las cosas, que no pudo decir, y {Maria, por quien han sido llamados santos los escogidos, no veria en-_ tonces las glorias del paraiso? jAh! Al contemplarla estati- ca siguiendo con la vista 4 su Hijo triunfante, no miremos tanto al cuerpo que esta arrodillado en el monte del Olivar, sino 4 su espiritu, que vuela hasta internarse en los engoe del empireo... ; No hay fuerza’ suficiente en el corazon de una madre, para ser testigo de un triunfo como el que vid-la Virgen én el momento de la Ascension de su Hijo 4 los cielos: para no disolverse y morir de gozo, era necesario que concurriesen dos. séres, como eran tal Hijo, y tal Madre ;Quién puede comprender lo que pasé entonces? jLos coros de los angeles, estacionados desde el monte del Olivar hasta el em) reo,