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venerable creencia del rapto del Profeta Elias, 4 quien decian que -el crucificado llamaba para que viniese 4 salvarlo ‘. Como la ejecucion era ya un hecho, y el sentenciado 4 muerte estaba pendiente de tres clavos, y de sus pies y ma-~ nos salian cuatro arroyos de sangre, no temian ya las guar- dias romanas que alguna fuerza humana impidiese la eje- cucion de la ley; huyendo por otra parte el judio, de que no le tocase ni una gota de aquella sangre, que tenia por mal- dita, y no queriéndose acercar al sitio en que estaba fija la cruz, los soldados hacian la guardia sentados y sin temor, ' habiendo hecho paso para que se acercase al madero aquella comitiva, cuya vista habia conmovido sus corazones en las calles de Jerusalén. As{ Maria, que sabia que una sola gota de aquella sangre, valia mas que millones de mundos, se fué derecha al lado de su Hijo, al momento de haber sido elevado en la cruz, y alli estuvo viendo las agonias de aquel y acompanidndole en ellas, orando con él por los pecadores, repasando con él las profecias, viendo con é] su exacto cum- plimiento, y recibiendo en su corazon la ultima voluntad del Hijo moribundo. j Ah! Entre tanto hombre malvado, co- mo habia en el Calvario, se encontraba uno que amaba tier- namente al que todos odiaban, y 4 la Madre que Iloraba in- consolable. Llamé pues Jesus 4 su Madre, y la dijo que aquel creyente de corazon puro era desde entonces su hijo: llamé tambien al tan favorecido’ discipulo, diciéndole que Maria era su Madre, entregando | - pens su oe en manos de su Eterno Padre. Asi vié morir la mejor Madre af mejor de los Hijos, sin habérsele permitido, ni darle la mano para que se levantase cuando caia, ni aplicar una gota de agua 4 sus labios, cuan- do se abrasaba de sed, ni estrecharlo junto 4 su seno, cuan- do daba los ‘altimos suspiros. Fs este paso de la vida de Ma- ria de tanta importancia, como aquel en que consintid en la encarnacion del mismo Hijo, que acababa de ver morir: y no debemos detenernos en la ‘corteza de los eventos, sino entrar ' Matth. cap. 27, v. 47, 49.

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