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Sei ae 180 que en medio de tantos tigres, hubiera corazones’ humanos. Comprendieron, que era gente inofensiva: creyeron que qui- zs aquel joven galileo era algun hermano del condenado 4 muerte, que venia 4 llorar con él: que aquellas mugeres a eran sus parientes y que aquella noble Sefiora era su Madre, i y movidos 4 piedad los dejaron pasar. jAh! Quizés iba alli el Centurion: quizis noble, compasivo y generoso, thandé que los. alazanes fuesen sofrenados, que las lanzas se incli- nasen por tierra 6 mirasen al cielo para que pasase libre- thente aquella nobilisima Sefiora, que habia aparecido alli ‘de repente: y si asi fué, no quedd por cierto sin recompensa esta accion generosa y pia, pues Dios, aumentando su gra- cia, lo escogiera para que en el mismo lugar del suplicio di- gese al espirar Jesus, que era en verdad Hijo del Altisimo, No es permitido 4 ningun mortal el saber lo que pasé en el alma de Maria, cuando logro ver 4 su Hijo tan de cerca, y pudo contemplar los estragos, que habia hecho ya en él la crueldad de los verdugos. No habia cabida para la ale- gria en medio de tanta tristeza: pero asomé un consuelo 4 su corazon, arrojando de él el peso que tenia por no ver 4su Hijo: aunque al hallarlo tan maltratado, fué aquél como una ver} chispa de fuego, que « Siguidlo sin embargo con mas valor y generosidad, que Abraham marchara tras de su hijo Isaac, cuando este subia ai la misma montafia, llevando sobre su espalda la lefia que habia de servir para su sacrificio ‘. Lo vid caer en tierra por tercera vez, lo vid arrastrar con sogas y cadenas por entre las piedras y guijos puntiagudos, y deseé ser élla la victima de tantas crueldades, por tal de eximir de ellas 4 su Hijo, pero no le fué concedido, ni aun el poder ane la mano. Cémo una.Madre hate tenido valor para cuari intré- pida por medio de tantos y tan feroces verdugos, y cémo haya podido ir en pos de su Hijo, sin caer ella, cuando este, que es la virtud del Padre, se desmayaba en el viage del” s + -Gen., cap, 22, v. 6. ‘6 en un inmenso mar de amargura.