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179 proyecto, que la debia colocar al lado del paciente, cortando por'las calles que eran conocidas del discipulo amado que la acompafiaba, para salir al encuentro 4 su Hijo Santisimo, en una encrucijada, y no separarse de é] hasta que la muer- te no lo hiciese, descargando su golpe fatal sobre la cerviz del Hijo, y sobre el corazon de la Madre. Sepdrase en efecto del gran tumulto, y dandola fuerzas el amor, vuela por atajos y callejuelas, hasta que logra co- locarse en un angulo, 4 donde tiene que llegar la finebre procesion de su amado Jesus, 4 quien acompafian en st marcha dos ladrones famosos, que van 4 morir con él. No tardé mucho en llegar este: vidlo venir la Madre con paso trémulo y vacilante, coronado de espinas, desgrefiada su hermosa cabellera, cubierta de sangre su venerable frente, hinchadas sus hermosas mejillas, lividos y abultados los 14- bios, casi despedazada su boca, y hendidos: F cubiertos de negra tristeza sus castisimos ojos. ;O Hijo de mi corazon, jfué la voz que resono en el santnario de su alma, apenas asomé Jesus. Dios te salve, Madre mia, fué la respuesta que la did el Dios humillado, mirdndola con un amor y ternura inefable. Diera entonces un paso mas la afligidisima Sefiora, y las lanzas y alabardas romanas, que iban en ristre, se alzaron, dando lugar 4 que entrase entre filas la gente extrafia que inopinadamente habia aparecido en aquella escena de cruel- dad. ;Ah! Estaba pasando la vifia del Padre de familias de las manos de los labradores inhumanos, que mataban al Hijo querido, 4 otras que diesen frutos: dignos,.y era entre los hijos del pueblo nuevo que Dios iba 4 tener, donde en el dia: de su sacrificio hallaria algunas entrafias compasivas. No habian visto aquel dia los soldados romanos;, sino ros- tros feroces y sanguinarios: y aunque debian enristrar sus picas contra el pecho de todo el que intentase unirse al acu- sado, al ver que llegaba una Sefiora hermosa como el sol, aunque eclipsada por las sombras del dolor, modesta, lloro- sa y triste, acompafiada de otras mugeres cuyos ojos brotan lagrimas sin cesar, y de cuyos pechos salian ayes,lastime- ros, y de un jéven parecido por su edad y su aspecto ino- cente al reo que custodiaban, quedaron asombrados de ver,

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