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vr. — dy bce ak £ eS > Le, ge eT Sop) Saeed 169 4 LIBRO VIGESIMOQUINTO. 4 La pasion. ‘ : < Nguyen ree 4 La ciudad de Jerusalén. E ‘ : _——_— — . ‘Soh tantas las escenas de dolor, que preseneié la Virgen Madre el dia de la Pasion de su Hijo, que hubiera ‘bastado una sola para quitarla la vida, 4 no haberla sostenido con = su poder el Omnipotente, que habia decretado que el Hijo e : muriese por nuestro rescate, y viviese la Madre para nues- a tro consuelo. Todos los sentimientos y afectos del corazon de a la Virgen subieron 4 tal grado de intensidad, que tocaron a F al punto, junto al cual empieza el dominio de lo inmenso é a infinito : era inefable el amor al Hijo, lo era su dolor, lo era ar su compasion, lo era la fortaleza, y lo era la resolucion que a tomé, de dejar la soledad de Bethania, por venir 4 hacer- se compaiiera de sa Hijo paciente. Porque hay en el amor recto y justo, que la naturaleza ‘inspira, un cierto instinto mes que nos lleva, como arrastrados, 4 ver con nuestros propios - a ojos las cuitas y dolores de los que amamos: y aunque cada ae vez que miramos al paciente, se nos parta el corazon, no a podemos retirar de él nuestras miradas: porque aquello mis- : mo que es la causa del dolor, lo es tambien de un consuelo indefinible que sentimos, ya en ver con amor al que padece y ya en hacer que vea que padecemos con él. Y ciertamen- te, ninguno mejor que el corazon de una madre posee este instinto: el cual’en Maria Madre de Dios, no solo era un dote de la naturaleza, sino una perfeccion sobrenatural, que pro- dujo en su corazon la maternidad divina, y daba una espe-~
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