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168 f rodeaban y oprimian 4 medida que crecia el tumulto, y se iba acercando ‘el fiero rumor. Pasaba la humilde comitiva junto 4 una encrucijada, dice San Buenaventura ‘, cuando desembocé en ella el amabilisimo Salvador arrastrando ca- denas, y siendo conducido por un vil sayon, que llevaba en su mano la punta de una maroma, con que estaba ceiiida la cintura de aquel. Una mirada fugaz pudieron solamente dar- se la Madre y el Hijo, pues lo llevaban con atropello, y lo rodeaban por ambos lados las lanzas y el populacho que se aglomeraba. Maria dejé pasar la turba furiosa, y siguié con silencio las huellas de su Hijo, cuya inmolacion ya se apro- ximaba. jAh! ;Qué ejemplo nos da la Virgen, jers que, como ella. lo hacia, vayamos 4 mostrar 4 los afligidos nuestro amor compasivo, probando asi, que amamos, no con la lengua ni con protestaciones vanas, sino con obras y con verdad! Sigamios pues sus huellas. ¥ Med. Vit. Christ., cap. 76. seit sgt

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