BCCPAM000542-2-33p02d00000000

166 era una herencia divina, seria arruinada y su templo des-. truido. Magnifica sin duda era esta disyuntiva para aquellos impios, pues iba 4 parar al mismo resultado, que era el de- cretar la muerte de Jesus, basando su sentencia en el Deu- teronomio, que ni conocian debidamente, ni mucho menos lo observaban. Mintidse entre tanto 4 si misma la iniquidad, y decretaron, que apenas el sol se dejase ver en las sierras del Libano, se llamase 4 concilio 4 cuantos senadores’ y sacerdotes hubiese en Jerusalén, para juzgar la causa, y confirmar la sentencia dada ya de antemano contra el preso. Poco faltaba ya, para que llegara)la hora en que las trompetas argentinas del templo anu sen el dia de Pa- . rasceve 6 preparacion de la pascua; y cuando toda la ciudad estdé todavia entregada al descanso de la noche, se advierte un ir y venir desusado, que no era otra cosa’ mas que la muchedumbre de enviados, que se cruzaban por todas par-— tes, llevando la érden convocatoria del concilio 4 los princi- pales y letrados de la ciudad. ~ Apenas el sol habia bafiado con sus rayos amortecidos y ligubres las altas cipulas del templo, cuando el concilio abrié su sesion solemne y plena, siendo llamado 4 ¢I el - amable Jesus, esperandolo el pontifice con toda la magestad y aparato de un sucesor de Aaron. La verdad por esencia, que no puede contradecirse, ni mentir, ni engailar, siendo interpelada 4 nombre de su Padre, contesté al gran sacer- dote, diciéndole, que Dios era su Padre, que le habia dado la facultad de juzgar al mundo, y que ¢l mismo y cuantos lo acompafiaban lo verian pronto venir en las nubes del cielo con gloria y magestad‘. Esta respuesta derramé en el salon del concilio mas luz, que la que el sol habia derra- mado ya sobre la tierra; pero esta luz lejos de iluminar 4 aquellos impios, los deslumbré y cegd; obstindndose ellos mas y mas en el mal. Todos los asieftos y sillas se alzaron d la vez: un ruido confuso de vestiduras rasgadas, de vo- . 4 Marc. cap. 14, v. 62.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz