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tener que pedir la cooperacion de la hechura de sus manos, suministrando esta la materia,-sin la cual no podria el mis- ‘mo Hijo de Dios tomar la forma de siervo! Admirable, es- traordinario es esto por cierto; pero fue necesario para quese cumpliese el gran misterio, y con é] todos los designios de Dios en orden 4 la salvacion del mundo. Y por qué fue ne- cesario? «Porque no queria el Omnipotente que se obrase el. ‘milagro de su Encarnacion en Maria, no queriendo ella; ni queria tampoco tomar ‘su'carne, si ella no se la daba con toda espontaneidad. Porque de Addn tomé carne para for- mar 4 Eva, no dandola él; pero la excelencia de Maria era infinitamente mayor. No bastaba tomar la carne de su cuer- * po, sino de su voluntad; y por lo mismo este consentimien- to duleisimo merecié que el Espiritu ‘Santo dijese de ella palabras: 1 Tus labios son panal que ae mel y leche ry debajo de tu Tengua '. Mucha era la coubptantndi con que Diob ak 4 la rine gen Maria en su divina mente desde la eternidad, pues para ejecutar por medio de ella el gran prodigio de su infinito poder y el inefable portento de su amor, tenia que ser esta criatura una como palestra en que el atributo de la ommni- potencia de Dios se iba. 4 ejercitar. Habian de concurrir en — _ Maria Santisima dos @osas, en las cuales se asemejaria de _ aa un modo singular 4 Dios,y y eran la virginidad y la fecundi- mm: ; dad, conservando cada una su naturaleza y propiedades sin perjudicarse xmutuamente, no obstante que, en el orden de las cosas naturales, en |la virginida no puede haber fecun- didad, ni la fe cundidad ] gihidad. Sin go, en la taturaleza divina la virgini- dad es infinita, porque el Padre Eterno, sin disminuirse en lo mas minimo de la integridad de su naturaleza, ni perder al- guna de sus perfecciones, engendra 4 su Hijo; y la fecundi- dad es tambien infinita, porque este Hijo es Dios de Dios, eterno, inmenso y omnipotente. Esto, que en la Divinidad es _ natural, tenia que verse reproducido en la Virgen; pero 1 Guillelm. Abb. in Cantic., c. 2. | puede exis ‘sino desaparece la vir- aS
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