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rera misma que forman los rayos cuando, saliendo de la nu- — be, recorren con velocidad el espacio, y vuelven 4 las gra- das del trono de Dios, diciéndole: aqui estamos‘. _ Pero esas” criaturas asi previstas tienen en la misma mente diviha un orden admirable de gradacion; ‘y aunque © todas distan de Dios infinitamente como criaturas, y aun en el orden de las perfecciones propias de cada una hay tam- bien entre ellasy el Criador una distancia infinita, van-aque- llas aproximandose las unas 4 las otras, las menos perfectas — 4 las mas perfectas, con un encadenamiento admirable, que solo el Criador comprende. Vemos que esta aproximacion se hace por medio de una propiedad esencial que es comun 4 la criatura menos perfecta y 4 la perfecta, la cual es inferior en esta y superior en aquella. Asi la piedra se acerca 4 la planta, porque las dos son cuerpo material; mas la planta se eleva sobre la piedra, porque crece, y tiene una vida llama- da vegetativa : la planta se-acerca al animal,. porque ambos crecen; mas este es superior 4 aquella, porque siente y tiene instintos : el animal se acerca al hombre, porque una y otra naturaleza convienen en la esencia y propiedades de la vida — puramente animal; pero la naturaleza humana se eleva so- bre la de los. demas animales por la espiritualidad del alma: el hombre mismo se acerca al angel, por ser los dos raciona- les y espirituales ; elevandose este sobre aquel por ser espi- ritu completo sin cuerpo: y por fin, el Angel seacerca 4 Dios en cuanto es espiritu, aunque limitado y criado. Aqui concluye ésa sorprendente cadena; pero las relacio- nes de miitua conformidad entre las criaturas se forman de — _ ‘propiedades idénticas en la superior y en la inferior: una - “misma es la corporeidad dela piedra y de la planta; una mis- ma la vegetabilidad de la- planta y del ‘animal; una misma _ la sensibilidad del animal y del hombre; una misma tambien la racionabilidad y espiritualidad del hombre y Sin embargo, no se puede decir’ que sea una ritualidad y las eon del angel y de Dios, Ga. | Job. cap. 38, v. 33. 0’
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