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212 , contemplar 4 la Virgen, para quien viene el mensage celes- tial, nos sale al frente tanta magestad y tanta gloria, que nos lleva 4 otro éxtasis, tan grande como el que produce en nuestra alma la contemplacion de las mismas grandezas de Dios. Preséntase el angel con unos resplandores de luz ce- estial, que no deslumbran 4 la Virgen ni la causan turba- cion: oye palabras sublimes y enaltecedoras, cuales nadie habia oido hasta entonces, pues habian estado reservadas en la mente divina desde la eternidad hasta aquel momento, en — que el paraninfo celestial las habia recibido del mismo Dios, _ asf como’cuanto tenia érden de decir 4 la Virgende su par- te. Las palabras de alabanza propia la inspiran una ligera - turbacion; pero apenas oye la primera parte de la embajada, responde con sabiduria, con prudencia, con modestia, con cautela, pero al mismo tiempo con una fortaleza de dnimo, con una entereza de corazon y con una resolucion que causé admiracion, 4 no dudarlo, aun al mismo arcangel. Aquel momento que medié entre la primera y la segun- da respuesta de la Virgen, fué un momento de suspension para el cielo. Dios queria venir al mundo y darse 4 los hom- bres por medio de la Virgen; lo habia determinado el Padre, lo queria el Hijo, y lo deseaba el Espiritu Santo. Y jqué! ;No podia el Padre haber enviado al Hijo, y el Hijo haber bajado del cielo, sin consultarlo con nadie, ni haberlo anunciado antes de la ejecucion de la obra? ;Qué! jEra tanta la impor- tancia de aquella Virgen, que fuera necesario que el Rey inmortal de los siglos la enviase una embajada solemne, y que nada hiciese Dios, hasta que la Virgen no contestase que accedia 4 lo que el angel la proponia, y que estaba dispues- ta 4 dejar que se cumpliese en ‘ella, lo que Dios le habia ma- nifestado por su enviado? Dios en verdad, todo lo puede ha- cer como Sefior de sus criaturas; pero esto no lo quiso hacer. El Padre no quiso enviar4 su Hijo al seno de la Virgen, si antes ella no declaraba su voluntad de recibirlo; el Hijo tam- poco quiso entrar en él, sin que ella le abriese las puertas; y el Espiritu Santo no pudo trabajar en la celestial oficina de las entrafias virginales, hasta que a no dijo al angel, hdgase en mé segun tu palabra. s .

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