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: mentos del Hijo de Dios humanado, su - de lagrimas. ;Ay!,Podra ponerse en duda, sila Virgen 203 los quilates de este en las palabras que salieron del corazon de la Madre al encontrarse con su Hijo. Fueron estas admi- _ yables. La Madre duleisima no pudo menos de quejarse 4 su Hijo, diciéndole con ternura estas palabras: Hijo, zpor qué. se nanieehe-ote ieee tu mene te buscdbamos: ae de dolor *. Estas vines! significan souls en el terreno del athe? y el habérselas dicho la Madre al Hijo, es lo bastante para comprender que provenian de un amor inefable> casi infini- to. Porque, la Virgen habia pasado por trances muy amar- gos antes de esa pérdida, y nunca habia desplegado sus l4- bios para quejarse; aun en medio de ese ir y«venir de tres dias y tres noches, no-salié de aquel corazon una sola queja ni hubo.en sus labios sino palabras dulces, 6 silencio no in- terrumpido. Pero, al hallar 4 su Hijo despues de tantas an- gustias, la maternidad ejercié sus derechos: Maria dijo 4 Dios, que era su Madre, y le hizo patente su dolor, porque solo ella podia apreciar el amor que su Hijo la me y solo este podia medir el que ella le tenia 4 él. Asi se comprende por qué, al ee los ultimos mo- adre se dirije silen- ciosa al lugar del suplicio, 4 donde podemos decir que va, no para llorar, sino para amar. Mientras que su Hijo se en- cuentra clavado en la Cruz con duro hierro, ella esté en pié, firme y generosa, envuelta su alma entre mil olas de amar- gura, y quizas brotando de sus parpados silenciosos arr é intrépida loraba, 6 no loraba, entan doloroso tran nadie dejara de decir que amaba, y amaba 4 su Hijo con un amor que solo podia apreciar el paciente. Porque alli tam- bien, en medio del tumulto del populacho enfurecido, habia’ un lenguaje divino, que se dirigian mutuamente el Hijo y la Madre. Veiala este ofreciéndole su corazon para consolarlo en-sus aflicciones infinitas, y la decia estas palabras: ;A qué. has venido, paloma mia? ;Por qué te apresuras d venir aqui? ;A ! Lue, cap. 2; v. 48. '