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destinara para esposa suya. Cuando llegé la ocasion oportu- na, este gérmen que habia estado alimentandose en el cora- zon de la Virgen, pulula, se desarrolla y crece de un modo incomprensible en el alma de la Madre. jAy qué placer siente el corazon creyente al pensar en lo que sucede entre Dios y Maria, desde que aquel nace y esta lo mira como cosa propia suya! Maria no respira para si, sino para Dios: ni existe ni-se alimenta para si, sino para Dios: ni se mueve ni trabaja, sino para el bien de Dios. Dios tiene frio y Maria lo faja y lo envuelve en pafiales; Dios tiene ham- bre y Maria le da su sagrado pecho; Dios llora y Maria lo acalla arrimandolo 4 su seno, besando sus mejillas y dicién- -dolecon amor: no llores, hijo mio, luz de mis ojos, no lores, vida de mi corazon. Dios es perseguido pdr un tirano y Ma- ria lo esconde, Maria lo salva, Maria lo protege entre las palmeras del desierto, entre las soledades de Egipto, = entre los peligros de los caminos desiertos. Por mucha extension que demos 4 este amor, nunca po- dremos llegar 4 sus limites; no solo es el amor de la gracia, sino el de la naturaleza; no solo es el amor libre que procede de un corazon que se consagra todo al Sér infinito, sino el amor necesario en el corazon de la madre para con su hijo. No solamente es moralmente imposible que Maria deje de amar 4 Dios, sino que hay una imposibilidad fisica y natu- ral para que esto pueda suceder. Considérese la ,gran dis- tancia que hay entre el amor de los hijos y el de s madres y lo comprenderemos. Nosotros amamos 4 nuestra madre con ternura filial en los dias de nuestra inocencia; despues empezamos 4 encantarnos en otros objetos, y aun no salien- do de la linea de la justicia, partimos nuestro amor-eutre distintos séres. Hijos hay tambien, que se olvidan de la que les did el sér, y no han faltado monstruos que la han injuria- do. Pero una madre no se olvida jamas de su hijo, ni su co- razon se-résfria en el amor que le tiene, y es este tan extenso, que la cuna y la tumba del hijo no son atin el limite sufi- ' -ciente para él, pues su carifio traspasa las regiones del tiem- po y franquea la eternidad. Este es el amor de toda madre racional.

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