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189 Hijo, y entonces se va internando el entendimiento en hori- zontes de luz tan vastos y deliciosos, que siendo uno mora- dor de la tierra, se reputa ya por habitante del cielo. Tanta es la dicha del que cree, del que cree con humildad, del que ama 4 la Virgen y contempla su corazon puro, sus inefables bellezas morales que tiene como Virgen y Madre de Dios. - Hemos dicho, que hay en Dios Padre un acto inmanente, eterno é infinito, y es el de la generacion del Verbo: este acto es de tanta duracion como la eternidad; y es de tal naturaleza, que aparte la entidad intrinseca de las cosas divinas, que es siempre infinitamente mayor que la de las humanas, en el modo tan solo de verificarse esta generacion , nuestro modo de entender las cosas se encuentra paralizado y sorprendi- do. Porque desde que nosotros empezamos 4 comprender, vemos que toda accion humana depende de tres instantes, uno que pasa, otro que se posee y otro que se espera. Cada uno de estos instantes tiene una propiedad esencial 4 su mis- ~ ma complexion: el primero fué nuestro, y no lo es porque pasd; el segundo es nuestro por un solo instante y al siguien- te no lo sera, porque apenas lo hemos tenido cuando ha pa- sado; y en cuanto al tercero, debemos decir que no pertenece al numero de las cosas que se tienen, sino al de las que se esperan. Siendo esta la naturaleza del tiempo, y atemperan- dose esencialmente 4 ella las criaturas para sus actos, es evidente que no hay analogia ni menos asimilacion entre los actos de la naturaleza creada y los de la increada, y por con- siguiente jamis podré aquella comprender 4 esta. Sin em- bargo, es preciso tener presente, que cuando la criatura ac- ciona, esti en el instante presente; y asi como Dios concurre con ella 4 la accion como Criador y Conservador, asi tambien puede suceder que por una gracia especial y singularisima, Dios eleve 4 una criatura racional 4 que tome parte en al- guno de sus actos; y una vez elevada esa criatura 4 tan alta y sublime cooperacion; segun sea la naturaleza de esta, asi sera la dignidad imperecedera de esa criatura. Porque, el instante en que el acto se verificd, pasard respecto de la criatura; pero en primer lugar, no, podra pasar respecto de Dios, para quien no ‘hay los tres modos de tiempo que mi-
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