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73 enla oración, porque estees un paso de mucha trans- cendecia en la vida espiritual. Cada director ha recibido del cielo su propio don. Unos son muy aptos para principiantes, otros para aprovechados, otros para los perfectos. Los hay que tienen aptitud maravillosa para dirigir á los pobres, y ninguna para las personas de posición elevada, ó viceversa. Los hay muy expertos para decidir en materia de vocación, y otros que no aciertan en eso. Por último, los hay que hacen á sus dirigidos angelicales, otros los hacen espirituales, otros senti- mentales, y otros mundanales, porque dirigen con- forme al espíritu del mundo. Mira, pues, si se debe proceder con cautela en la elección. En conclusión, te digo con San Juan de la Cruz, que del director que sea enemigo dé las mortificaciones, no te fíes, aunque le veas hacer milagros; y del que sea poco amigo de oración, tampoco, aunque le veas hacer prodigios. De lo dicho puedes colegir que director y confesor no es una misma cosa; puede una misma persona desempeñar ambos cargos, como acontece de ordina- rio, y esto es muy bueno; pero no es necesario. La doctrina de los Santos y la práctica de personas muy justas nos enseñan quese puede tener un confesor con quien reconciliarse cuando sea nesesario, sin que éste intervenga para nada en la alta dirección del espíritu. El oficio de simple confesor es muy limitado en esta materia: á lo más que se extiende es á ser un consejero espiritual; pero el director debe ser más que consejero; debe ser maestro, guía, padre espiri- tual. Su oficio es espiritualizar las acciones de las personas que viven en el mundo y sobrenaturalizar sus obras ordinarias, infundiendo en ellas el espíritu de piedad que las vivifica y engrandece á los ojos de Dios. La vida interior no consiste precisamente en cierto número de devociones y prácticas especiales, sino en el modo de hacerlas, y en el espíritu con que
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