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YO La vida espiritual está cercada de peligros y muy expuesta á ilusiones y engaños; y ciertamente caerá en esos engaños, y será víctima de esos peligros el que quiera guiarse por sí mismo. Las historias ecle- slásticas y las crónicas de las Ordenes religiosas están llenas de ejemplos lastimosos que ccmprueban esta verdad. Unos, guiados por la prudencia de la carne, vinieron á dejar sus mortificaciones, y por ahiá perderse; otros, llevados de un fervor imprudente, hicieron más de lo que podían, arruinaron su salud, y vinieron á daren el extremo opuesto; y muchos, alucinados por el demonio, llegaron á creerse santos, cuando en realidad no eran ni siquiera buenos. El camino de la santidad es intrincadísimo, y sin guía no se puede caminar por él. La propia santificación es la ciencia más sublime para un cristiano, y si nin- guna ciencia se aprende sin maestro, ésta mucho me- nos: en este mar es imposible navegar sin brújula que nos señale el Norte, sin faro que nos indique el puerto; y el que se lance al agua sin esos utensilios, $ seguro está de perderse. Así, pues, cuando puedas i navegar sin brújula, aprender sin maestro, ver sin luz y respirar sin aire; entonces podrás tener vida espiritual sin director que te guíe. Y no digas que el Espiritu Santo te guiará, porque esa afirmación sería molinista, y como tal, condenada; y yo te aseguro que el Espíritu Santo note enseñará por sí mismo; 1044 sino por medio del director. San Pablo, enviado por Cristo al discípulo Ananías para ser instruido, y hl Cornelio, que por órden del Espíritu Santo manda buscar á San Pedro para que le enseñe, y otros varios ejemplos de la Escritura Santa, son buena prueba de esta verdad. Desde entonces, es decir, desde los tiempos apos- tólicos, es tradicional en la Iglesia la dirección espi- ritual, y basta leer con atención las obras de los Santos Padres, para convencernos de esto. Meta- fraste cuenta que cuando el gran Pacomio quiso PP

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