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52 ¿Quién tuyo jamás por seguro el consejo de su adver- sario? ¿Quié n anduvo jamás con miramientos para nodesagrad lar ni disgustar á un contrario que le tiene jurada guerra? ¿Quién tuvo nuncé* consideraciones coñ un enemigo irreconciliable? ¿Serás tú como aque- llos fariseos que conocieron la divinidad de Cristo, y no se atrevieron á seguirle por temor del mundo? ¿Tendrás tú en más la gloria de los hombres que la de Dios? Además, ¿qué mal te hacen esas voces del mundo? ¿Qué te dan mi qué te quitan? ¡Oh sutileza del amor propio! No quiere perder su estimación ni aun en el concepto de los malos, y por eso trata de conten- tará todos, aur nque sea sac rificando la justicia. Esto hacer lo que hizo Pilatos por no desagradar al pueblo; y mudar hacen cada día algunas personas devotas, como si el Apóstol no hubiera escrito: «Si yo pretendiera agradar á los hombres, ya no sería siervo de Jesucristo (1).» E l hombre es siervo de aquel cuya voluntad ejecuta,y ejecuta la voluntad de aquel á quien desea agradar con sus obras. ¿Qué hace, pues, el cristiano cuando pretende contentar al enemigo de Cristo? ¿Qué tiene que-ver el sieryo de Cristo con el agrado del mundo? ¿Qué hacen las almas piadosas tomando por regla de sus acciones los dichos de los mundanos? ¿Cuál de los verdaderos discípulos del Salvador se sujetó jamás á las leyes del mundo? Pues: piensa tú ahora, Teófila mía, lo que es ese mundo, que con sus burlas y dicterios quiere apar- tarte de la per feco ión. Según San Bernardo (2), es un ente tan perverso y tan malvado, que la sola vista de la virtud le ofende y no la puede sufrir, por lo cual quisie ra que no hubiera virtud sobre la tierra, 6 que, de haberla,fuera tenida por afrenta y deshonra. Pues dime ahora: ¿puede llegar la maldad y corrup- 1) Ad Gálat., L (2) Ser. 35S.—De bene vivendi.

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