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492 que nos incitan constantemente á los pasatiempos y diversiones; esas vanidades y pompas mundanas que nos solicitan á tomar parte en las fiestas de Baal; esas burlas picantes y esas murmuraciones que nos re- traen de la devoción y.de la piedad; esas persecucio- nes suscitadas á veces por nuestras mismas familias, que nos hacen desmayar y desistir de nuestra glo- riosa empresa; ese conjunto de cosas incalificableg que llamamos.mundo, es un enemigo capaz de hacer- nos más daño que el demonio mismo. Sobre este enemigo tenemos el de la carne; no esta masa grosera de nuestro cuerpo, sino esa otra cosa que sentimos en nosotros, llamada concupisceñcia ó sensualidad, ese apetito ¿sensitivo corrompido y es- tragado por el pecado con que nacemos; ese conjunto de pasiones desordenadas y viciosas, manantial pe- renne de todas nuestras culpas; esa inclinación vehe- mente de nuestra naturaleza á gozar y deleitarse contra lo que Digs manda; esa otra cosa indefinible que llamamos amor propio y fomes peccati, cebo del pecado; ese es el mayor de nuestros enemigos, tanto que, al decir de un Doctor místico, «todos los demo- nios juntos no te pueden hacer ni guerra tan cruel ni tan continua, como tu propia carne, que vive eon- tigo (1).» Ten, pues, entendido, que la principal lutha la has de tener no con ese enemigo que tanto te es- pantaba, sino con estos otros que tan poco miedo te hacían; y por lo mismo debes cobrar ánimo para em- prender la jornada y combatir al primer enemigo que te salga al encuentro para impedir tu. gallarda resolución. Con esto tengo terminado el asunto de esta carta. Ya has visto que las atribuciones de Satanás sobre las almas que están en gracia son muy pocas, su fla- queza y cobardía muy muchas, y que si somos fieles á Dios, El no permitirá que seamos tentadosásobre 1) P. Granada.
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