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40 ta es que él se te presentara en la horrible forma en E se presentaba á algunos Santos; pero desengáña- te, que esto no sucede sino rarísimas veces, y á perso- nas muy acrisoladas. No tengas miedo que por ahora se presente á tí de ese modo; pero si alguna vez por fortuna te hallas en estado de sufrir esa prueba, de- bes tener ánimo para escupirle y burlarte de él, como lo hacía Santa Teresa de Jesús. Mira lo que escribe la Santa en el capítulo xxx1 de su vida: «Ví cabe mi un negrillo muy abominable, regañando como desesperado, de que donde pretendía ganar perdía: Yo como le ví, reíme y no hube miedo... Son tantas las veces que estos malditos me atormentan y tan poco el miedo que yo ya les he, con ver que no se pueden menear, si el Señor no les da licencia, que cansaría (al lector) y me cansaría, si las dijese... El caso es que ya tengo entendido su poco poder, si yo no soy contra Dios, que casi ningún temor los tengo; porque no son nada sus fuerzas, si no ven almas ren- didas á ellos y cobardes, que aquí muestran ellos su poder.» Conste, pues, que el demonio no es más que un ins- trumento de la justicia y de la misericordia divina: que sobre nosotros no tiene más atribuciones que las que Dios le permite para probarnos; que no puede vencernos, si nosotros no nos entregamos voluntaria- mente; y quejamás nos faltará la” gracia suficiente para resistirle con nobleza, dignidad y valentía. Esta es la doctrina católica sobre las atribuciones de Satán para con el hombre; pero el amor propio la adultera fácilmente, haciéndonos formar una idea supersticiosa de la gracia y de la libertad humana. El amor propio siente mucho verse á cada paso ven- cido; se avergilenza de caer en tantas faltas,y para templar su bochorno y sentimiento, nos hace creer que en cada ocasión hemos luchado con un ángel malo: y que si fuimos vencidos, no fué por nuestra cobardía y afeminación, sino por el formidable poder
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