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31 dividual debiera ser la aplicación de esta ley á un ca- so determinado. Así es en efecto; pero como en esta aplicación hemos de tener en cuenta el estado infeliz de la naturaleza caída, y los mil obstáculos que esta opone á su realización, resulta que la perfección del cristiano en el presente estado, reviste un carácter muv distinto del que naturalmentedebiera tener. En elestadó de inocencia, laperfección revestiría, sin du- da alguna, un carácter de paz, de dulzura y suavidad; porque nada más suave, dulce y deleitoso, nada más natural y fácil que amar el ho bo á Dios,la criatu- ra á su Criador, el efecto á su causa, la hechura á su Hacedor. Pero hoyque nos na con la natura- lezayestragada, la razón obscurecida, la voluntad in- sonic 1 al mal, y las pasiones levantándose orgullo- sas y procl: pee independencia y soberanía en el hombre, nada más difícil y contrario á nuestra sober- bia, nada más desabrido y amargo á nuestro amor propio, que el amor de lo qe no sea él mismo ó por él mismo. De aquí el carácter derseveridad, de aspe- reza, de intransigencia y de abnegación que reviste la perfección en el estado actual: carácter que, si no constituyesu esencia,es su Condivión necesaria; pues- to que nadie puede ser perfecto ni siquiera ir al cielo, si no es severo, áspero, intransigente consigo mismo. Asílo dijo el Salvador (1). El reino de los cielos no se alcanza sin hacerse una grande violencia á sí mis- mo; y siesto se necesita para adquirir el reino de los cielos, ¿qué'se necesitará para adquirir un pu eminente en ese reino, es decir, para alcanzar la per- fección? El santo Job decía (2) que la vida del hombre erá una lucha continua sobre la tierra; y si para llevar una vida honesta se necesita lucharcon las malas in- clinaciones, ¿qué lucha, qué combate, qué batalla no (1) Math., x1, 12. (2) Job., 9.

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