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341 giosa, y esta es crecer ella y fortificarse á medida que se ve contrariada. Así, pues; si en los sermones, lec- tura espiritual y oración sientes algo que te anima á dejar el mundo; si, viéndote precisada á tomar parte en alguna diversión, sales de allí con tristeza, pensando en la yida del claustro; si cuando te ádton- sejan que te dejes de convento, sientes una melanco- lía interior que no se te quita hasta que te animan 6 dan confianza de conseguir tu intento; si experimen- tas frialdad ó fastidio, cuando te ponderan las*como- didades temporales de que gozarás en el claustro; si se aviva el deseo y crecen las ansias de consagrarte á Dios, cuando te exageran las penitencias. trabajos y sufrimientos que te esperan en la religión, enton- ces, no lo dudes, tu vocación es de Dios, y debes pro- curar con solicitud los medios para corresponderle fielmente, si no te quieres hacer responsable de una horrible ingratitud. Y si no tienes medios para rea- lizar el llamamiento divino, búscalos con perseve- rancia, que el que te ha dado la vocación te dará también lo que necesites para ponerla por obra. En cuanto á los medios que te ayudarán á conser- varla, te voy á dar dos solamente por no ser difuso en esta carta. La experiencia enseña que la vocación religiosa, como todos los dones de Dios, puede per- derse y conservarse con mucha facilidad. Yo conozco religiosos y religiosas sin vocación actual, bien sea porque nunca la tuvieron y entraron en la casa de Dios por la puerta falsa, 6, lo que es más probable, porque la perdieron y dejaron morir como muere el cuerpo cuando carece por mucho tiempo del alimento que debía sustentarle. Pues una de las cosas que más contribuyen al sostenimiento de la vocación es el retiro del mundo y el alejamiento de las malas com- pañías. ¡Ay! ¡cuánto dañan éstas á la yocación! Una sátira de un amigo, una ironía de un pariente, una afi- ción desordenada, tan fácil de contraer en las reunio- nes del mundo; un día de asueto con personas poco