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ci tdi 340 con más seguridad; si lo desea por hacer penitencia y padecer por Cristo, y si está aparejado para sufrir alegremente las humillaciones, desprecios y morti- ficaciones de la vida religiosa, entonces, ¡buena señal! esa vocación es tan verdadera, que ya no deja lugar á la duda. Mas como el corazón humano, siempre inconstan- te, está sujeto á continuas mudanzas, según dice el santo Job; y como quiera que la carne, siem pre ami- ga de regalos y enemiga de mortificaciones, se re- bela contra las leyes del espíritu, según escribe el Apóstol; para que puedas consolarte cuando sientas esta rebelión y aquella inconstancia, voy á ponerte aquí un precioso parrafito de San Francisco de Sa- les, que dice así: «Para tener una señal de verdadera »y buena vocación, no es necesario que se experi. »mente una constancia sensible; basta sentirla en la » parte superior, por lo cual no debe creerse que ya >»no es verdadera vocación, cuando el llamado, antes »de realizarla, no siente aquellos afectos sensibles >que sentía en un principio, sino por el contrario, »siente repugnancia y un resfriamiento tal, que le »inducen á vacilar, parecióndole que todo está ya »perdido.¡No hay tal! basta que la voluntad siga >constante y no quiera abandonar el divino llama- »miento; y aun más, es suficiente que quede algún »afecto hacia 6l. Para saber si Dios quiere que uno »sea religioso, no es neceshrio que el mismo Dios le »hable, ó que desde el cielo le enyíe un Angel para «significarle su divina voluntad; ni timpovo es ne- >cesario un exámen de diez doctores para resolver »sl la vocación debe ó no seguirse, sino que basta »corresponder y cultivar el primer movimiento de »la inspiración, y después no decaer de espíritu, si »sobrevienen disgustos, porque haciéndolo así, Dios »procurará que todo redunde á su mayor gloria.» La última señal que voy á darte puede ser consi- derada como la piedra de toque de la vocación reli-
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