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333- El es el que prepara en sus consejos eternos esa gra- cia necesaria y los medios convenientes para llegar al término feliz de nuestros destinos; y por todas estas razones debemos acudirá El para que nos dé á cono- cer nuestra vocación, á fin de ponerla por obra. Aquí advierte San Ligorio que se debe distinguir cuidadosamente entre la vocación á un estado más perfecto, como el religioso, y á otro menos perfecto, como el del matrimonio; porque en este último no hay peligro en dilatar la ejecución, y en el primeró lo hay siempre, y muy grande. Cuando «el llama- miento al estado religioso no es deesos especiales que te he dicho, entonces las luces que Dios comunica pa- ra darlo á conocer no son permanentes, sino pasaje- ras, como la del relámpago que ilumina de vez en cuando la obscuridad de la noche tormentosa; y por eso mismo es precisó corresponder á ella con fidelidad y prontitud sin que precedan largas deliberaciones, nise tomen muchos consejos, según Santo Tomás enseña; alegando por razón que los consejos y deli- beraciones deben tomarse cuando se duda de la bon- dad de una cosa, y la entrada en religión es una cosa buena, que lleya además la ventaja de tener uno ó dos años de probación en el noviciado antes de abrazar- la perpetuamente. Y al consultar á Dios sobre este asunto, se debe hacer caso omiso, y rechazar por com- pleto las leyes del mundo, sus principios funestos, sus máximas detestables, y los motivos de interés, fortuna, placeres, posición, nacimiento, y demás ilu- siones de la yida, si el hombre no quiere verse enga- ñado miserablemente. Es verdad que todos los estados son buenos, que todos fueron instituídos por Cristo y que todos ellos son caminos para el cielo; pero también es cierto que todos los caminos no son para todos, que cada uno tiene determinada ya la senda por donde ha de co- rrer, y que si le trueca, dejando la suya por otra, el claustro por el siglo, se expone á peligro inminente As TA ed == 0 A
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