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A A, distracciones proceden del espíritu malo, se conocen en que desasosiegan é'inquietan el ánimo de un mo- do desproperc ionado, bien sea por la viveza de las imágenes y figuras que traen consigo, bien por la multitud de ellas y por lo o bstinadas que son, Ó bien porque tienden á convertirse en tentaciones y en ob- jeto de pecad os. Ponerse á luchar en la oración con esas distracciones, es perder el tiempo inutilmente y fatigarse en vano, pues el mejor remedio contra ellas es despreciarlas y no hacerles caso, como no lo hace el jinete, del perro que ladra al fogoso corcel en que ya galopando. La segunda es la imaginación, la loca de casa, como la llamaba Santa Teresa de Jesús. Grande fué el es- trago que la primera culpa causó en la naturaleza humana, porque como el hombre se rebeló contra Dios, Dios permitió en justo castigo que se rebelaran contra el hombre sus propias pasiones, y que muchas de sus facultades sensitivas no obedecieran al domi- nio de la razón. Pues una de las potencias que por el pecado quedaron más desordenadas y menos su- jetas al imperio de nuestra voluntad, es la imagina- ción, la cual, como si fuera una criada loca, sale de casa sin pedir licencia, y le da una vuelta al mundo antes que sepamos nosotros por dónde anda. En lo inquieta se asemeja á una mariposa, que difícilmente está parada mue :ho rato, y siempre anda revoloteando de flor en flor y de otero en otero, sin tener quietud ni reposo en parte alguna. El único remedio que te- nemos para ella, ya que no podemos atarla,es alimen- tarla con pensamientos buenos, privi ándola de los inútiles y mundanos, paraque, habituada á fijarse en cosas provechosas y santas, halle gusto en la oración, y no nos distraiga tanto. La tercera causa de distracciones no culpables es el desorden físico que los cambios atmosféricos ú otros agentes climatológicos producen frecuentemen- te en nuestro organismo, lo cual da lugar á cierta

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