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312 de sus padres, porque ejerce alrededor de ellos el sa= cerdocio de la castidad,» ¿lo diría por las que se en- cierran en el claustro? Cuando San Ambrosio dice «que las vírgenes, libresde los cuidados «del matrimo- + nio y tranquilas en sus casas, como nave en seguro puerto, se entregan á la oración,» ¿pensaría que la $ virginidad y el celibato eran impracticables en me- 4 Mi dio del siglo? Pues ¿en qué convento vivieron las 4 purísimas vírgenes Inés, Cecilia, Lucía, Agueda, nl Margarita, Filomena y otras cien mil? ¿En qué clans- € a A 0 tros moraron Engracia de Zaragoza, Leocadia de 14! Toledo, Eulalia de Barcelona, Justa y Rufina de Sevilla, Rosa de Viterbo y otras mil y mil que no se | pueden contar? ¡En ninguno! Luego la tesis que defendemos queda en toda su firmeza, por más obje- ciones que contra ella se hagan. MU Fácil me sería seguir por este camino, y demostrar q con la historia en la mano y con hechos evidentes, que la virginidad y la pureza han florecido siempre 4 tanto fuera como dentro de los claustros; pero lo de- jaremos, porque estos objetantes tienen ya hueso que roer para un rato, y es preciso dar ahora su ración ll á los otros; á los que dicen que para una mujer no hay más que dos caminos, ó unconvento ó un marido. il Esta proposición noes menos falsa que las que aca- bo de refutar, y su falsedad consiste en la confusión de ideas que envuelve. Se confunde fácilmente la vo- 11 cación á la virginidad con la vocación al estado reli- gioso, y sinembargó, son cosas muy distintas; tan distintas, que la vocación al estado religioso no exige la virginidad, sino sólo el celibato, aunque sea el de luto, llamado viudez; mientras que la virginidad puede existir, y existe de hecho sin el voto de obe- diencia, constitutivo del estado religioso, en unión de los de pobreza y castidad. El estado religioso supone siempre el celibato, aunque no la virginidad, y ni esta ni aquel exigen la entrada en religión, porque pueden profesarse libremente en medio del siglo.