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a AO brenaturales, como te expliqué en otra ocasión. En segundo lugar, debo decirte que el celibato cotólico se diferencia de los otros como el oro de los demás metales. Hay una soltería natural por la que todos pasamos, por serinherente á la infancia, á la juven- tud y ála mocedad; hay otra soltería civil ó legal, como la que los gobiernos imponen por cierto tiem. po á los militares; hay otra soltería interesada, ras. trera, cobarde y pagana, que huye del matrimonio por las cargas é incomodidades que en sí lleva;y hay, por último, otra soltería que se abraza no por amor de la castidad sino por amor de la libertad, de la independencia, del estudio, ó de cualquier otro motivo humano. Pues bien: ninguna de esas solte- rías es el celibato católico, que éste sólo se abraza por motivos sobrenaturales, por amor de la pureza, ha- ciendo prácticamente profesión de vida casta, ya sea en el claustro, ya fuera de él; y si le faltan dichas condiciones ya no es ni puede llamarse celibato ca- tólico. Deslindados así los ampos cúmpleme ahora pro- barte que el celibato así entendido, y más" si lleya consigo la virginidad, es un verdadero estado en la Iglesia militante, y estado más perfecto que el del matrimonio. En una de las ocasiones en que Jesu- cristo pasó de Galilea á Judea, se llegaron á El unos cuantos fariseos, buscando cn las palabras del Sal- vador un motivo para desacreditarlo; y con este da- ñado intento le preguntaron, si era lícito al hombre repudiar ásu mujer por cualquier causa. Jesucristo respondió, proclamando muy alto la indisolubili- dad del matrimonio, y desus respuestas tomaron al- gunos discípulos ocasión para exclamar:—-«Pues, Señor, si las cosas son así, no conviene casarse» á lo cual respondió Jesús inmediatamente: —«No todos comprenden esa palabra, sino aquellos que han reci- bido la gracia de entenderla.» Y después añadíó:— «Hay algunos que rehusan el matrimonio por amor

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