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2 Ven, oh Espíritu divino, y enviame desde el cielo rayos de tu luz ardiente que abrasen mi helado pecho..... ven, consuelo de las almas, dulce amante, amigo tierno, descanso de mis trabajos, de mi dolor refrigerio... O si no, aquellas otras exclamaciones del profeta: Envía, Señor, tu espíritu que renueve la faz de la tierra. Confírmame y fortaléceme con la gracia de ese divino Espíritu, para que yo pueda enseñar tus caminos á los que se han apartado de tí. Llámalo, sí; con gemidos del corazón, pero cuida de tenerle la ca- sa bien preparada y el aposento bien aderezado, y la mesa bien abastecida, para quese huelgue de estar contigo y de morar en tu alma. Bien sabes tú que los manjares de que El se alimenta, son la humildad, y la negación de la propia voluntad. La humildad, según aquello que dijo por Isaías: ¿En quién pondré mis ojos, sino en el pobre y humilde de corazón? (1), y la Aisiritión, según aquello de Jesucristo: Mi comida es hacer la voluntad del Padre que me envió (2). Y en cuanto al aposento, el que más le agrada es un al- ma pura, un cuerpo casto y un corazón no contami- nado por la im pureza; pues, siendo la castidad y la continencia frutos de esedivino Espíritu, mal seaven- dría Elá entrar en un aposento manchado por la in- continencia, ó en un alma donde morasen losenemi- gos de la castidad. ¡Dichosa, por tanto, el alma casta que prepara Áá ese divino huésped mansión digna, que ciertamente lo recibirá en ella! y más dichosa todavía la que aña- da á una digna morada los místicos manjares de que El se alimenta; porque esa logrará tenerlo mucho 1) Isai, LXvr, 2. 2 Joan. 1v, f

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