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na A A O O | | A A A A a II A a ra 298 que de El tenemos, para que eso nos mueva á desear- lo con ardor, y á pedirle que venga á nuestras almas. Para sentir de El altamente, bástenos saber que es tan eterno, poderoso, inmenso, sabio, excelso y divi- no como el Padre y el Hijo; porque la eternidad, el poder, la inmensidad, la sabiduría, la excelsitud y la divinidad es una misma en las tres Personas. Y por lo que toca á su propia personalidad, sabemos que es el Paráclito, es decir, el consolador, y enriquecedor de las almas; de modo que cuando entra en ellas, bas- ta El solo para enfervorizarlas, por tibias que estén; para esforzarlas, por flacas que se hallen; para infla- marlas, por indevotas que se vean; para alegrarlas, por tristes quese encuentren; para santificarlas, por más culpables que sean, y para llenarlas de bienes, por más pobres que se-hallen. Y en cuanto á la nece- sidad que de El tenemos es tanta, que, como canta la Iglesia en la Misa de aquel día; sin El nada bueno puede haber en el hombre: Nihil est in homine, nihil innoxium. Y porel contrario, basta que El entre en un corazón, para quelo deje enriquecido de celestiales dones: porque así como el fuego lleva á dondequiera que va, la luz y el calor que le es propio, así también el Espíritu Santo lleva la santificación al alma que le recibe, y con la santificación todos los bienes ima- ginables. Mira, pues, amada Teófila, si esto hará de- seable su venida, y apetecible su llegada; y si estos deseos bien sentidos nos harán prorrumpir en excla- maciones y sollozos, pidiéndole que no se tarde. Invócalo, pues, con gemidos de tu corazón y con palabras de tus labidR, diciéndole muchas yeces aquel hermoso himno de San Ambrosio que comienza: Ve- mi, Creator Spiritus; Ven, Espíritu Creador, y visita las almas áe tus fieles; ven y llena de gracia loscora- zones que tú criaste para que te amaran: ó bien aquel otro:himno de la Secuencia que dice:
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