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292 lante para qne nos miremos en él. Mírate, ama- da Teófila y site ves retratada en él, ¡ay! enton- ces date prisa á salir deese mísero estado, porque así eres objeto de compasión para el ángel de tu guarda, y objeto de asco (¡cuán triste es decirlo! objeto de asco para el divino .Corazón de Jesús). Escucha como habla Jesucristo en el Apocalipsis con un alma tibia, y extremécete de espanto, que el caso no es para menos: «Esto dice el testigo fiel y verdadero: Conozco tus obras y sé que no eres frio ni fervoroso. ¡Ojalá que fueras fervoroso ó frío! mas porque eres tibio, y no frío ni fervoroso, yo comenzaré á vomitarte de mi boca.» Apoc. tt. 15 y 16). Este pasaje es de los más terribles que se leen en las Escrituras Santas. Je- sucristo dice, que vomitará al alma tibia, como cosa que le produce náuseas ó repugnancia; y como lo haga ¡pobre de ella! que será para siempre, porque nunca se vuelve á tomar lo que una vez se vomitó, Esto es lo que hace sumamente deplorable el estado de una alma tibia, el estar cerca de ser abandonada de Dios, y caer enla dureza de corazón. Este es también el orígen de las grandes caídas que cada día vemos y lloramos: y:así, cuando sepas que un sacerdote, un religioso ó una persona espiritual, ha caíd> en pecado, escandalizando á su prójimo, no creas que cayó de repente, no; sino que la tibieza fué poco á poco minando la salud de su alma, hasta que por fin le causó la muerte. ¡Oh maldita tibieza, cuántas víctimas tienes hechas! ¡cuántos santos qui- tados al cielo y cuántas almas sepultadas en el in- fierno! Desesperante sería para tí esta carta, mi amada Teófila, si habiéndote descubierto tan triste enfer- medad, no te indicara también la medicina con que puede ser curada. Pocos son los cuerpos que sanan de la tísis, y pocas también las almas que sanan de la tibieza; paro esto último acontece. más bien por A

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