BCCPAM000540-5-09000000000000
291 horror al pecado, y se expone sin temor á los peli- gros, como si no estuviera escrito que el que ama el peligro en él perecerá (1). Con el horror al pecado, pierde también la delicadeza de conciencia, y adquie- re una ceguera espiritual qué le impide ver sus pro- pias faltas: y en este caso se engaña la pobre alma á sí propia, parecióndole que aún quiere seguir á Oris- to, pero sin dejar las vanidades, sin negarse 4 sí misma, y sin abrazarse con la Cruz, condiciones indispensables para seguir al Salvador, que dijo: El que quiera venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, tome su cruz y sígame. Todavía le parece á ella que ama los dictámenes del espíritu; pero también desea satisfacer sus caprichos y pasiones. No se cuida mu- cho de hacer lo que Dios le exige interiormente, lo que le dictan las inspiraciones de la gracia, y, aluci- nada la pobre, se queda sin remordimiento, creyendo que no es falta lo que realmente lo es. Y su alucina- ción sube de punto cuando descubre en sí las som- bras de algunas virtudes; porque, en efecto, ella tiene paciencia, pero es cuando nadie la hace su frir; es pa- cífica, pero cuando nadie la contradice; es humilde, pero mientras no la tocan en lo vivo, que en tocán- dola, ¡ay Dios mío, aquí fué Troya! Por último, alma tibia es la que quiere ser buena, sin trabajar por serlo; ser virtuosa, sin mortificarse ni que nadie la mortifique; ser santa sin hacerse violencia, como si Jesucristo no hubiera dicho que sin ella es imposible censeguir la santidad (2). Y como no quiere trabajar, ni mortificarse, ni hacerse violencia, huye la infeliz de la dirección vigorosa, y de las lecturas que tratan de los Novísimos, las cua- les pudieran despertarla y abrirle los ojos, cerrados para su mal. Tal es la idea que nos dan los Santos Padres del alma tibia; tal el espejo que nos ponen de- (1) Eccles., 11, 27. (2) Math., xr, 12. 'CARTAS A TEOFILA 2
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz