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290 El primero de todos es omitircon mucha frecuen» cia los ejercicios espirituales y prácticas de piedad acostumbradas. Toda persona de arreglada vida, en sus días de fervor, se ha trazado á así misma una línea de conducta, un plan devida para seguirlo escrupulo- samente, con el objetd de adquirir la perfección de- seada; pues desde el punto que ella empieza á omitir los ejercios diarios, desde que afloja sin escrúpulo en las prácticas de piedad, y desde que se dispensa con mucha facilidad y frecuencia de las obligaciones santas que así propia se impuso, desde entonces tene- mos ya un síntoma de tísis espiritual, una señal de que esa alma comienza á ser atacada por la tibieza. Pero aun suponiendo que esa persona no se dispensa fácilmente de sus prácticas piadosas, si las hace, no obstante, con negligencia y habitualmente distraída; si se cuida másde lo que hace que del espíritu 6 in- tención con que lo hace; si piensa más en acabar la oración que en el fruto que ha de sacar de ella, en- tonces tenemos otra señal de que la tibieza está mi- nando la salud de esa alma. Otro síntoma de tibieza es no sentirse el alma en buenas relaciones con Dios. Cuando una persona de- cae desn fervor primitivo, conoceinstintivamente que sus cosas no están en harmonía con Dios; sin haber cometido ninguna falta grave ni haber ofendido á Nuestro Señor en cosa notable, conoce que Jos no está contento con ella, porque no es el orden espiritual lo que Dios quiere que sea. Puescuando uno siente es- tas cosas, y no procura investigar la causa de donde proceden, para cortarla de raíz, entonces evidente- mente está ya dominado por la tibieza. Y que esto es así, se conoce en que esa alma hace ya poco caso de las cosas pequeñas, lo cuales un síntoma alarmante, por- que el Espíritu Santo ha dicho que el que desprecia las cosas pequeñas, poco á poco caerá en las grandes... (Eccli,, XIX). Como consecuencia de todo esto, el alma pierde el
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