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porque sabemos por obra que lo que pronto se cobra, no suele estimarse tanto. Otras muchas causas de esto pudiera señalarte, mi amada Teófila, pero las dejo, para contestar á tu se- gunda pregunta, diciéndote cómo te has de portar ahora en medio de la sequedad de espíritu en que te hallas. Lo primero que has de hacer es no aflojar na- da en los ejercicios de virtud y prácticas de piedad, sino hacerlos con más cuidado y diligencia, trabajan- do y remando agua arriba para que la corriente no te arrastre. Cuando el pobre marinero ve que el viento calma, que la brisa no hinche ya las velas y que su barca se para, entonces descuelga los remos y bogan- do á fuerza de brazos, prosigue su camino, hasta que vuelven los ajres del cielo á empujar hacia el puerto la combatida nave. Lo segundo que has de hacer es arrojarte humilde- mente y con mucha frecuencia á los pies de Jesucris- to, suplicándole con entera confianza, como aquella mujer del Evangelio, que tenga piedad de tí, y que be dé fortaleza para servirle y amarle desinteresada- mente; y con estosacarás provecho de tu sequedad. Y, si el Señor no te oyere, no por eso desconfíes, pues con esas desolaciones prueba El la firmeza y lealtad de sus amigos; que no es de mucho mérito hacer lar- ga oración, cuando se tienen consuelos; lo meritorio es, que la oración sea larga cuando la devoción es corta, que la paciencia sea mucha, cuando la dulzura es poca, y que no falten las buenas obras cuando fal- tan los consuelos. Y por no hallar gusto en las prác- ticas santas, no te entristezcas, creyendo queno apro- vechas; pues no es preciso que sea siempre sabroso lo que ha de ser provechoso, sino que muchas veces la medicina ó el manjar más desabrido para el paladar es el que más conviene al cuerpo enfermo; y con eso vienen juntamente á recobrar la salud y el gusto. La prueba de amor más grande que en el mundo
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