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a e tú me dices que de nada te remuerde la conciencia, sólo te hablaré de los motivos que obligan á Diosá retirar sus consuelos de un alma sin que ésta sea culpable. Y el primero quese me ocurre es querer Dios probar al alma y subirla por esta vía á más alto grado de perfección. Nuestro Padre Celestial es muy amigo de que se le sirva desinteresadamente, por el sólo hecho de ser nuestro Padre, Criador, Redentor y Glorificador: y aparta de nosotros sus dulzuras, para ver si lesomos fieles hijos en todo tiempo, así en la prosperidad como en la adversidad: y sile servimos por nuestro contentamiento ó por el suyo, tanto en la desolación como en los consuelos; y por esto decía el santo Job, que El visita al hom- bre de improviso y le prueba de repente (1). Tam- bién sucede que cuando estamos disfrutando largo tiempo la posesión de esos consuelos, obramos como si creyéramos que esos dones son patrimonio nuestro 6 propiedad natural que se nos debe de justicia; y en este caso, para que conozcamos nuestro yerro práctico, y veamos la completa dependencia que tenemos de Dios, Él nos sustrae sus divinos favores; lo cual contribuye á que reconozcamos nuestra mi- seria, nuestra nada, y seamos humildes de corazón, procurando así nuestro adelanto en la vida espiri- tual; y esta es otra de las razones que le mueven á negarnos sus favores. La tercera es la conservación de nuestra vida y salud corporal; porque esas consolaciones divinas, cuando son grandes é intensas, estragan de tal modo las fuerzas físicas, que, si durasen mucho, no lo po- dría sufrir la flaca naturaleza, por más robusta que fuera. Y poreso nuestro Padre Celestial retira muy á tiempo sus consuelos y regalos del alma, para que no decaiga lasalud del cuerpo. Parece mentira lo que debilita á la salud corporal el peso de los favores es- (1) Job. vn, 18.
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