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10 tiva frase: ¡ Adelante, alma fiel! ¡Adelante! Fué nece- sarioque Cristo padeciese y así entrase en su glo- ria. (Luc.) Pero dejemos la alegoría y vengamos á la realidad. Una vez que los primeros fervores han conseguido el objeto que Dios se propuso al enviarnos este socorro, desaparecen y nos dejan al parecer sumergidos en un estado de tibieza. Sentimos que nos falta el auxilio celestial que nos ayudaba á obrar con prontitud y gozo, y que estamos como abandonados á nosotros mismos. Renacen el genio y el malhumor que esta- ban cohibidos por el peso de lagracia; se subleyan las pasiones que estaban dormidas por la influencia de los primeros fervores: y como si quisieran vehgar- se de haber estado tanto tiempo aprisionadas, se le- vantan contra nosotros, atacándonos con fiereza. Para salir á su encuentro necesitamos los consuelos y la energía de los primeros fervores, y sin embargo, es- tos nos han abandonado. La oración es seca como el desierto donde nos hallamos; el trabajo espiritual árido, y al parecer infructuoso; losejercicios de piedad ya no tienen atractivo; la mortificación se hace difi- cil, y la virtud nos parece impracticable. A esto sé junta á yeces una amargura de corazón intolerable; cierto hastío y repugnancia á las prácticas devotas; dudas y tinieblas en la mente, y una confusión inte- rior tan extraña y sombría, que el tránsito del alma or esa región es llamado con toda propiedad por San Juan de la Cruz, «noche obscura.» Pero todo el camino de este desierto no es igual- mente penoso. Sus principiosson terribles y sus fines también: mas en el centro es el clima menos ardo- roso y el cielo más benigno: hay alternativas de penas y de consuelos. En cambio es el lugar donde nuestros enemigos nos salen al encuentro y se libran las batallas que nos han de cubrir de ignominia ó de laurelesinmortales. ¡Ay del alma que se deje aprisio- nar de sus enemigos! ¡Ay de la que atemorizada vuel-

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