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277 cial á un lado, se van á lo accidental; dejando la rontitud y el gozo espiritual buscan los gustos sen- sibles; y dejando intacta la robusta planta, cogen la débil flor, como si esta pudiera dar fruto separada de aquélla, ó como si la flor pudiera vivir mucho tiempo arrancada de su tallo. Hay personas que bus- can la devoción en un amor tan caprichoso eomo sensible á las imágenes y estampas; como siestas Co- sas materiales pudieran espiritualizar al alma. Co- nozco otras que buscan la devoción en los suspiros y lágrimas, como si el llanto y los gemidos no fueran efectos de la devoción y no causas productoras de la misma; como si esto no fuera un simple accidente de la devoción, 6 pudiera valer algo separado de ella, Otros hacen consistir la devoción en no sentir tenta- ciones, como si el Espiritu Santo no hubiera dicho que es bienaventurada el alma que padece tentacio- nes, si no es vencida de ellas. Extraño modo de bus- car la devoción es, por cierto, buscarla donde no pue- de estar; porque eso equivale á pedir peras al olmo, Y, ¡ay, Dios mío, cuántas almas obran asi! ¡Cuántas edifican sobre arena! Cuántas se quejan, porque les falta el simple accidente de los consuelos, que nada quita ni pone á la devoción verdadera. Los que así se lamentan y así obran, debían consi- derar que las emociones y dulzuras de la devoción sensible, son inútiles y hasta perjudiciales, si no van unidas á la devoción substancial, si no hacen al alma más generosa para con Dios y más pronta para su divino servicio; porque entonces esa devoción sensi- ble es una devoción aparente, ilusoria y falsa. Debían pensar también que el demonio posee la facultad de excitar en nosotros la devoción sensible por medios que él conoce y así no se desvelarían por cosa que el enemigo puede convertir en lazo para aprisionar las almas. Debían, por último, tener presente que el espí- ritu humano y el amor propio pueden producir por sí solos esa apariencia de deyoción con sus gustos