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271 siste la santidad en las consolaciones espirituales, mas también lo es que son grandes medios y ayuda para obtenerla: no está en ellas la perfección, pero son instrumentos muy principales para alcanzarla. Dicen que no consiste la vida espiritual en tener esas devo- ciones sensibles, sino en servir á Dios; y así lo creo yo: mas todavía sostengo que es lícito pedirlas y conve- niente buscarlas, no por el placer de gozarlas y dis- frutarlas, sino por la necesidad que de ellas tenemos para mejor servir á Dios. Esta es la doctrina de la Iglesia, que reprobó y condenó como falsa la propo- sición de Molinos que enseñaba lo contrario. Tampo- co admito, ni admitiré nunca, la oponión de los que dicen que los consuelos espirituales se deben recha- zar por humildad ó por temor de la yanagloria, por- que la humildad que rechaza los dones de Dios, no es humildad verdadera, sino soberbia disfrazada con el traje de virtud: y el temor que los rechaza, no es temor santo, sino arrogancia que Dios detesta. El es nuestro Padre, y cuando nos hace un regalo, para nuestro bien nos lo hace. ¿A qué vienen, pues, esos temores tan infundados, y esa humildad de garabato? Dicen, por último, que hay mucho peligro de per- derse por ese camino de los consuelos, siendo uno vío- tima de ilusiones diabólicas; y (en el terreno en que me he colocado) estaa por negar rotundamente ta- maña afirmación. En teología mística es muy cierto que Satanás se transforma á veces en ángel de luz pa- "a engañar á las almas favorecidas de Dios; pero esto se entiende, de las que van por caminos extraordi- narios, y nunca ó rara vez de las que van por el ca- mino ordinario de que yo hablo; pues aquí serán bo- balicones hasta el último grado los que se dejen en- gañar. Y aun suponiendo queen uno y otro caso pueda haberilusiones del demonio, ningún mal pue- den hacerle esas ilusiones al alma, mientras sea obe- diente y humilde; y no sólo no le harán mal, sino que sacará grandes bienes de las mismas ficciones diabó-