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Y Desaparecidos como por encanto los primeros fervores, desaparece también para el alma la hermosa pradera que hemos recorrido y en cuyo extremo nos hallamos. Ahora empieza un vasto desierto lleno de trabajos, sufrimientos, luchas y fatigas. Es un erial inculto y lleno de malezas donde nos aguardan ocul- tos nuestros enemigos para hacernos retroceder. Esta región central de la vida espiritual es un yermo are- noso, en el que no hay una fuente donde apagar la sed, ni una palmera que nos cobije con su sombra, ni siquiera una piedra miliaria con que medir las distancias y conocer el camino. Aquí apenas se en- cuentra una senda por donde caminar, y si se en- cuentra es difícil andar por ella, por que está sembrada de espinas. Apenas empieza el alma á marchar con paso incierto por esta región espantosa, se siente con asombro fatisgada, tostada por el sol, enterrada en la arena, quemada por el viento abrasador del Me- diodía, atemorizada por la soledad que experimenta, exasperada porque no halla alivio en su dolor; y todo esto le excita á tirarse al suelo desesper ada, abando- nando la comenzada senda de la perfección cristiana. Aquí es donde las almas cobardes se vuelven atrás; aquí es donde un gran número de almas tímidas aban- donan la gloriosa obra de su santificación; aquí es donde las almas inconstantes son infieles á su voca- ción. Dios las desecha por su infidelidad, y el ángel que las guarda escribe entristecido en el libro de la vida estas tremendas palabras: «¡Santidad frustrada! ¡Vocación mal correspondida!» Pero el alma puede hacer que se borre esa línea fatal, emprendiendo de nuevo el camino que en mala hora abandonó. Aquí es, cara Teófila, donde se prueba lo que somos y lo que valemos. Este es el tiempo de animarse y tener va- lor, ¡Desdichado del que le falta! ¡Dichoso el que hace un esfuerzo y sigue caminando! Pronto verá en lon- tananza al Salvador que con la cruz á cuestas viene á consolarle y á dirigirle esta misteriosa y conforta-

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