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265 piritual que Dios comunica al alma, Henándola de una calma y suavidad tan grandes, que no basta pa- ra quitárselas, ni el tumulto de las pasiones, ni los asaltos de lastentaciones. Esa dulzura ablanda insen= siblemente la dureza del corazón, suaviza sus aspere- zas, refrena susconatos de indocilidad é insubordina- ción, allana las dificultades y vence la repugnancia que muchas veces sentimos en el cumplimiento de nuestros deberes, sin lo cual fácilmente retrocedería nuestra flaqueza y nos apartaríamos del camino de la virtud. Dios suele comunicarla en la oración y en la Comunión, lo mismo que los consuelos; pero dura mucho más que ellos, y trae consigo cierta afabilidad y cierto agrado ó buen humor que dura todo el día, Ambas cosas son regalos de Dios, pero la dulzura obra de un modo más humano, se acomoda más 4 nuestra debilidad, y no es tan poderosa como los consuelos: estos duran menos, pero son más eficaces, y hacen más en menos tiempo: producen los afectos de. amor y gozo, que son de un orden más subido; mientras'que la dulzura sólo dá una paz deliciosa y una suave tranquilidad de espíritu. Pues deestas dos clases de consolaciones divinas, be digo que es lícito desearlas, y te aconsejo que las de- sees, que las pidas, que las busques y las procuresmo» deradamente y sin congoja, por más que en algún libro leas lo contrario; y te lo digo, porque esas con- solaciones ayudan mucho para la: devoción, y hasta me atrevo á decir que, en mayor ó menor escala, y hasta cierto puntó son necesarias para la perfección. Nosotros somos criados para ser felices y gozar eter» namente: nuestro corazón busca naturalmente la feli- cidad y el placer que constituyen su alimento; el mundo con sus pompas, el demonio con sus astucias y la carne con sus halagos, ofrecen al alma cada día mil objetos deleitosos y agradables á los sentidos, para que se cebe enellos, y en ellos satisfaga suinclinación á la felicidad y á los placeres, con ofensa de Dios y

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