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236 gusto y contentamiento de Nuestro Señor. ¿Crees que exagero? ¿Quiéres que te cite hechos prácticos? Pues ahí ya un montón. Conocí una beatita muy mística que parecía haber llegado á la cumbre de la perfección, á un completo desasimiento de las criaturas, y á una íntima unión con Dios. Aconteció por aquellos días que su confesor fué trasladado á otro punto porel Prelado, y ella lo sintió tanto, que se quejó, lloró, se aperreó, hizo locu- ras, y hasta le oídecir que lo dejaría todo y no se con- fesaría más con nadie, ¡Infeliz! Creería ella que en sus confesiones y en toda su vida espiritual buscabaá Dios solamente, y no buscaba otra cosa que á sí pro- pia; puessi hubiera buscado á Dios, se hubiera confor- mado con su divina voluntad, cuando El dispuso que el confesor fuera trasladado á otra parte, aunque hu- biera sentido su separación, como era natural, Cono- cí otra muy dada á comulgar, porque tenía en la Co- munión sus delicias, según decía. Para probarla, le negué- la Comunión el día de San José, porque me pareció que así debía hacerlo. Volvió á pedirme per- miso para comulgar, y yo volví á negárselo, lo cual le sentó tan mal y lo sintió tanto, que me dijo: «Lo que es menester que San José le dé á V.un golpe que lo deje en el sitio, por no haberme permitido co- mulgar en su día.» ¡Pobrecita! Pensaría ella tal vez que en las comuniones sólo buscaba el dar gusto á Dios, que desea morar con los hijos de los hombres; y lo que buscaba únicamente era su gusto y satis- facción, como lo dió á entender con aquellas pala- bras, que parecían un vil desahogo del amor propio herido. Conocí otra que creía tener un alto concepto en la estimación de su confesor; y porque éste no fué al confesonario un día que ella lo esperaba, ó porque se levantó cuando á ella le tocaba confesarse, se dis- gustó de tal manera, que no es fácil decir hasta qué extremo llegó. ¿Y esto es obrar por motivos sobrena- turales? ¿Buscaría ésta la gloria de Dios, ó su propia