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228 Otro de los caracteres de la ociosidad, consumidor demucho tiempo y autor de grandes males, es el en- tretenerse en formar con la imaginación esos proyec- tos irrealizables que se llaman torres de viento. Se ha dicho con verdad que todos los perezosos son grandes proyectistas; y yo añado que son grandes noveleros, é ilusos fabricantes de castillos en el aire, La vida de una persona ociosa, es ordinariamente sombría, monótona y pesada; en tales circunstancias busca el alma instintivamente un poco de recreación, para alejar de sí la monotonía, y la busca formando proyectos novelescos, haciendo castillos en el aire, forjando en su imaginación aventuras más ó menos verosímiles. Y nadie piense que esta maldita costum- bre de pensar novelas, es un pasatiempo honesto, ó un recreo inocente, porque se equivoca; que eso es un semillero de vicios, un foco de corrapción, un reclamo del demonio, un mal horrible que tarde Ó temprano da la muerte al alma: eso es peor que leer malas no- velas, porque esas torres de viento son novelas no solamente leídas, sino escritas, meditadas y grabadas en la cabeza del que tiene la deplorable costumbre de pensarlas; y esto, aparte del tiempo que en ello se pierde, trae consigo consecuencias muy funestas. Examine cualquiera esos romances ilusorios y esos castillos aéreos que fabrica con su fantasía, y verá que el yo, quinta esencia del orgullo, ocupa en ellos los puestos más interesantes, ó Jos que son más de su gusto y más adecuados á su vanidad: obsérvese bien, y verá que, mientras piensa en esas cosas, está hala- gando su amor propio, porque lo que piensa redun- daría en alabanza, honor y complacencia propia, si por ventura llegara á realizarse; y esto hace ú las personas pueriles, vanidosas, frívolas 6 insubstan- ciales. A lo mejor se encuentra una persona piadosa, fal- tando á sus obligaciones diarias ó á sus prácticas de piedad, por estar ella ociosa, ó lo que es igual, muy
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