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217 le crezcan bien las alas, esto es, que en vez de remon- tarse, cae al suelo y se hace daño, mucho ó poco, según la elevación de donde cae. También se pierde ese dolor por otra causa, que sospecho sea la más general de todas, y es por recha- var los remordimientos y reprensiones de la concien- cia, procurando acallarla y adormecerla. Y lo peor es, que algunos confesores y directores, por ignoranciaó por caridad mal entendida, ayudan á sus penitentes en la funesta tarea de tranquilizarlos, haciéndoles despreciar las reprensiones de su conciencia, como si fueran escrúpulos. Es una desgracia considerable para el alma, que su director se ocupe en acallar los reproches de ese gusanillo interior, para que ella duerma tranquilamente; y en él es un error grande obrar de ese modo. ¿Quién puede afirmar que ese es- erupulillo nosea una raíz amarga que, cultivada, dará un fruto suave? ¿Quién puede decir que esos repro- ches interiores no son una voz por medio de la cual Dios quiere enseñar y santificar al alma? ¿Quién dice que esa apretura y esedolor no sea obra del dedo divi- no, que aprieta la llaga de nuestra cancerada natu- raleza para hacer salir de ella toda la podredumbre interior? ¿Y hay quien se atreva á separar de sí bruscamente ese divino dedo? ¿Y hay quien se atreva á imponer silencio á esa voz consoladora? ¿Y hay quien se atreva á cortar ó arrancar esa raíz? No seas tú quien tal haga, Teófila mía; fomenta en tu inte- rior ese dolor habitual de la culpa, esos dulces senti- mientos de contrición, y haz tuya aquella hermosa expresión del Profeta penitente: Amplius lava me ab iniquitate mea. Lávame más y más de mi iniquidad y purifícame de mi pecado, porque mi maldad siempre la tengo delante de mis ojos: contra me est semper, que es, sin duda, lo que tú querías significar al decirme que ese dolor te sigue á todas partes. Los efectos que en el alma produce este sentimien- to de contrición son admirables y muy provecho-
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