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a E A IA, > 210 . corazón, Madre mía! Si así lo haces, verás por expe- riencia cuán suave y deleitosa es la devoción de Ma- ría, experimentarás en la tribulación su poderoso valimiento, y Ella pondrá un día sobre tu frente una corona de flores inmarchitables, á cambio de las que tú le ofrezcas en el mes de Mayo. ' ¡Oh,*si pudiera dar rienda suelta á la pluma -para estampar aquí los pensamientos que bullen en mi mente y los afectos que siente mi corazón! Tal vez entonces cantaría á esa Reina incomparable un him- no celestial, compuesto de los versos misteriosos con que los libros santos celebran sus grandezas; y diría que Ella es el embeleso de los ciélos, la gloria de la ereación y la que contiene en sí, por maravilloso mo- do, toda la poesía y todas las perfecciones de las cria- turas todas. Es esplendorosa como el sol, hermosa como la luna y refulgente como las estrellas. Es la flor del campo, el lirio de los valles, el huerto cerrado y la fuente sellada con el sello de Dios vivo. Es la tórtola casta, la paloma sin mancilla, la escala que vió Jacob, el arca de la Alianza, la zarza del monte Horeb, el lirio de Zabulón, la vara de Moisés, la rosa de Jericó y el vellocino de Gtedeón que recogió el rocío bajado del cielo. Es más hermosa que todas las hermosuras, más bella que todas las bellezas, más perfecta que todas las perfecciones que admiramos en el universo. Es el encanto de los ángeles, el «con- suelo de los hombres, la admiración del cielo, el go- zo y la paz de la tierra, la alegría del linaje humano, la salud del mundo todo y el abismo insondable de las divinas misericordias. Y pues un abismo llama á otro abismo, según dijo con enfática y misteriosa expresión el Salmista, justo es, Teófila mía que nuestras almas, que son un abis- mo de miseria suspiren día y noche por María, abis- mo de piedad y clemencia. ¿En dónde hallarían re- medio nuestros males, si Dios no lo hubiera colocado en ese piélago de bondad del Corazón de María? A