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203 quizá ni tú ni yo lleguemos á la cima de los altos montes en que tan grandes maravillas acontecen: pe- ro bueno es saber que tales alturas existen, porque anima y consuela el considerar que puede llegar un día en que nos acerquemos áesa región misteriosa, dondé el Salvador de las almas consuma en ellas los misterios de su amor. Lo queahora nos importa es amar mucho á Jesu- cristo, á ese Hombre Dios, que es para nosotros Ua- mino Verdad y Vida; Salvador, Redentor y Rey: Pastor, Médico y Maestro; Luz, Guía y Esperanza; santificación y redención; consuelo y dulzura, amor y bienandanza, gloria y salud eterna; que todo eso y mucho más que no acierta á decir la lengua del hombre es Cristo para nosotros. El es el Alfa y Omega, el primero y el último, el principio y fin de todas las cosas. No tenemos otro nombre debajo del cielo, por el cual podamos salvarnos y santificarnos más que el nombre sacrosanto de Jesús. El es el fun- damento de nuestra perfección, santificación y gloria; El es la piedra angular, cimiento inconmovible de toda santidad; y el edificio que sobre esta piedra no esté fundado, vendrá al suelo sin remedio. Todo fiel que no esté unido á El, como el sarmiento á la cepa secarase sin dar fruto, y no servirá más que para el fuego. Con El lo podemos todo, y sin El nada pode- mos. En El hallamos la fuente de la salud y de la vi- da, la plenitud de la gracia y de la gloria: y fuera de El nose encuentra otra cosa que miserias, desgra- cias, errores y muerte. Amemos, pues, á esa Humanidad Sacratísima, por la cual se hizo temporal y visible aquella soberana Deidad que es de suyo invisible y eterna: ella fué el medio y el camino que Dios escogió para venir entre los hombres, y ella es también el único camino y el único medio que los hombres tenemos para llegar á Dios. Por tanto desprecia todo camino que prescinda de la Humanidad de Cristo, por sublime que te pa-
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