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nobleza y dignidad del empleo; y á este número pode- mos agregar gran parte de las almas consagradas á Dios, que viven en el claustro ó fuera de é31. Y otros le sirven como fieles hijos, desinteresadamente, con mu- cho amor, porque es su Padre y nada más; y á este número pertenecen las almas santas, como aquella que decía: Aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera; no me tienes que dar, porque te quiera; pues aunque lo que espero, no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera. Y esta es precisamente aquella cosa indefinible, que se descubre en la vida de los Santos á.poco que fije- mos nuestra atención en ella. Por otra parte, nosotros tenemos sobradísimos mo- tivos paraservir á Dios de este último modo, conside- rándolo bajo el concepto de Padre con preferencia á cualquiera otro; y no obstante, es tan grande la mise- ria humana, que gusta de considerar á Dios bajo cual- quier otro aspecto antes que bajo el de Padre, lo cual no deja de ser un grande impedimento para nuestra santificación. Porque si yo considero á Dios como Juez inexorable de todas mis obras, ó como á escruta- dor rigoroso de mis pensamientos más ocultos, enton- ces, claro está que me aterrorizará su mirada severa y acusadora, me ensordecerán los truenos de su divina venganza, y en mí reinará el temor servil del castigo. Si le considero como Arbitro del mundo y Señor del universo, al cual deben servir todas sus criaturas bajo pena de condenación eterna, entonces prevalece- rá en mí, si no la idea del temor servil, por lo menos la del mercenario que siente verse privado de la re- compensa prometida. Si le considero como Rey om- nipotente de todos los siglos; si le miro como Remu- nerador incorruptible, sapientísimo 6 inmutable; si le contemplo como Dominador absoluto y eterno, á
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