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192 sura infinita y bondad inmensa, y esto de tal mane- ra que delante deél ninguna cosa criada puede llamarse buena ni hermosa, así también dice Jesu- cristo que á nadie podemos dar con propiedad ese nombre de Padre más que á Dios, porque ni en afec- to, nien ternura, ni en amor, ni en providencia, ni en regalos, ni en caricias, ni en corazón y entrañas de padre, hay en el mundo todo quien delante de él merezca ese regalado nombre. Bien podemos, pues, decirle á boca llena con el Profeta Isaías (1): Tú, Señor, eres mi Padre, que ni Abrahám me conoció, ni Jacob tuvo que ver conmigo, ni él que me engendró me dió el sér que tengo, sino tú de quien todo sér dimana, tú de quien toda paternidad procede en la tierra y en el cielo. Mucho y muy mucho tiene ade- lantado para la perfección el alma que de esta ma- nera miraá Dios; y hasta se puede decir que no está ya muy lejos de la santidad la persona que siente en su corazón ese sentimiento filial hacia el Criador y que está como poseída de la idea asáz placentera de que Dios es nuestro Padre. Cuatro clases de personas podemos decir que sirven á Dios enel mundo, y cada una de ellas le sirven á su manera y con muy distinto espíritu: unas le sirven por temor, cual si fueran esclavos que sólo obran por miedo al castigo; y á este número pertenece la mayo- ría de los cristianos que nada saben de perfección. Otras le sirven como jornaleros mercenarios, por el salario que les dará ó por la recompensa que de él es- peran; y á este número pertenecen la mayor parte de las personas devotas que tratan de perfección. Otros le sirven y se sacrifican por él con miras .algún tanto interesadas, como sirven los criados familiares á sus señores, ó como sirven los próceres y magnates al rey, por tener la honra de morar en su palacio y sentarse á su mesa, juzgando compensados sus servicioscon la (1) Isai. 1xur, 16.

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