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179 cos, ¿quién tendrá corazón para sufrir la vista del Niño desnudito, tiritando de frío por falta de abri- go? ¡Ay Teófila! aparéjale por caridad una camisita de vivísimos afectos; prepárale para su cabecita un gorro, hecho con tela de santos pensamientos; dispón los pañales que bas de ponerle, y estos procura que sean labrados en la fábrica de la humildad; hazle unas cuantas mantillas, ribeteándolas con el despre- cio del mundo; ten preparada la fajita de la paciencia para envolverlo; y así envuelto, no lo coloques en el pesebre, sino en los senos más recónditos de tu co- razón, para que puedas decir con la afortunada es- posa de ¡os Cantares (1): «Manojito de mirra es mi Amado para mí, y en mi pecho morará dulcemente.» Y así que lo hubieres abrigado bien dentro de tu corazón, tómalo en tus brazos con aquella reveren- cia y aquel cariño con que lo tomaría su divina Ma- dre; reclínalo en el pesebre; mézclate en espíritu con los ángeles y pastores que entonces le adoraron; y henchida de júbilo canta con ellos el gloria á Dios en las alturas, y paz en la tierra á los hombres de buena voluntad. Aquí será bien traerte á la memoria los excesos de santa alegría á que se entregaba nuestro Seráfico Padre San Francisco en las fiestas de Navidad. ¿Quién puede recordarlos sin que sienta nacer en su corazón un movimiento de santa envidia? Es verdad que él se preparaba con dos meses de ayunos, con grandes mortificaciones y mucha oración; pero tam- bién lo es que Nuestro Señor compensaba con gra- cias muy especiales esas finezas de su fiel siervo. El fué quien introdujo en la Iglesia la devoción del Portal de Belén, ó sea la representación en los tem- plos del Nacimiento del Niño Jesús; y muchos días antes de que llegara la fiesta, se le yeía traer sobre sus hombros la leña del monte y los demás objetos (1) Cant., 1, 12, CARTAS Á TEÓFILA 183
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