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177 el camino de la virtud... Lejos de nosotros los place- res de la mesa y los deleites terrenos... Vistámonos con la vestidura de Cristo, que es vesti dura de morti- ficación, de pureza, de inocencia, de modestia y hu- mildad. Pero lo que más se echa de ver en toda la liturgia sagrada, son los encendidos deseos que la Iglesia de Cristo manifiesta por ver nacido en la tierra al Rey del cielo. No hay en los profetas expresión ardiente ó suspiro afect uoso de que ella no se valga para dar desahogo á sus afectos; así es que á cada paso se le oveexclamar: Envía, Señor, al Cordero que ha de do- minar la tierra! Descienda de los cielos el Mesías con tanta suavidad como cae el rocío sobre la yerba del campo: ¡Ven, Señor, ven pronto, apresúrate y no te tardes! ¡Oh, si te dignaras abrir los cielos, y descen- der para rescatarnos! Estas son muy buenas jaculato- rias para ej ercitarse en ellas el alma durante el día. Y aún más significativas y apasionadas que estas son aquellas siete antífonas, que se cantan en los sle- te días que preceden á la Noche buena, antífonas que por encerrar altísimos conceptos y sublimes aspira- ciones, las quiero traducir aquí, abreviándolas de tal modo, que puedan servir de incentivo á tu de- voción, repitiendo muchas veces cada día una de ellas, cualquiera que sea, porque todas son inmejo- rables.Si las dicas con verdadero afecto, verás que son más dulces para el alma que la miel de los panales; y que á fuerza de pedirle al Niño Dios que venga á na- cer en tu corazón por la gracia, El se dará por ven- cido, y te concederá las peticiones de tu corazón. Dile, pues, amorosa con todo el afecto de tu alma: ¡Oh Sabiduría eterna que procedes de la boca del Al- tísimo!... ven á enseñarnos el camino de la prudencia. ¡Oh Señor y caudillo de la Casa de Israel, que te apareciste 4 Moisés en el fuego de la zarza misterio- sa!... ven á redimirnos, extendiendo ta brazo poderoso. ¡Ob Raíz de Jesó, que permaneces como signo de ex-
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